002: What I know about Fear
“It is easy, when you are young, to believe that what you desire is no less than what you deserve, to assume that if you want something badly enough, it is your God-given right to have it. When I decided to go to Alaska that April, like Chris McCandless, I was a raw youth who mistook passion for insight and acted according to an obscure, gap-ridden logic. I thought climbing the Devil's Thumb would fix all that was wrong with my life. In the end, of course, it changed almost nothing. But I came to appreciate that mountains make poor receptacles for dreams. And I lived to tell my tale.”
-Jon Krakauer, "Into the Wild"
I'm reading Jon Krakauer's book, "Into the Wild". For those who never heard about it, it's the story of the well-known adventurer, risk-taker and legendary Chris McCandless. His legend also inspired a movie directed by Sean Penn, and a less-known documental, but the book is something else. Somehow, the narration goes deeper. It gets you thinking. Half-way through it I almost packed up all my stuff and went away forever to escape civilization forever and ever and start living a new life of hitchhiking and adventures on the road.
But then again, I could never do that.
Why? Well, mainly because I have no intention what-so-ever of going over to the Alaskan bush and freeze my ass out and kill animals with a shotgun so I can feedmyself. But actually, I could never do that because I know I'm SCARED.
Yeah, I know, we're all scared. But I mean, alone-outdoorsy situations have always given me the creeps. I remember this one time, 2 summers ago, when I had travelled to a distant, middle-of-the-mountains little town called Iruya, in Argentina's northern area. My friends and I were hiking through a gorge towards another town, a 3 hour hike that prooved to much for my smoker's lungs, so I let them go and decided to just rest my sore feet on the little stream and just chill before going back to town. But then I got itchy, and I noticed a steep pile of stones which zig-zagged into a narrow corridor through the stone wall next to me. Next thing I knew, I was climbing through that pile of stones and entering the gap in the rocks, making my way up through an open tunnel and feeling kind of a high, something inside of me telling me to just keep going, up, up, up, just to see if I could reach the top.
Halfway through, I turned around to get a view and almost fell down, since I hadn't noticed how high up I was. I managed to seat on a big round stone and just stared at everything around me. I don't know how high I was, but I had spent at least 20 minutes climbing so it felt like a million feet. I looked back to the top of the gorge, then down again, and wasted another 20 minutes worrying about how the hell was I gonna get down from there. No cell reception, nobody around. I was alone. I wanted nothing more than to be on safe, plain ground again, but I also wanted to see the top of the gorge. And then, the safety and quietness of the way down was more powerful than the uncertainty and mystery of the way up.
So I didn't make it. I chickened out.
After a few deep breaths and a lot dizzyness, I started the terrifying way down, jumping down from rocks more than 2mts high at times. All the way down I felt calmer and calmer, safer, less anxious. But it didn't feel good. I kept looking back, drowning in regret, trying to fight it back with made-up reasons of why it had been a stupid idea anyway. But still, I thought: Why didn't I go through with it? What was waiting for me at the top of the mountain? What feelings could've been born out of prooving I could DO IT? I guess I'll never know. And that kind of sucks.
Taken on a greater scheme, I think this is something that people experience quite often. It might not be a steep climb full of dangerous falling rocks, but how many times in life do we start to climb the mountain but get cold-feet halfway through? And how often do we find it too hard, and convince ourselves that we don't really want it? But deep down we know. We always know.
Clearly I'm not comparing that mild experience to what Chris McCandless did, but I realized I had never thought about that day again until I started reading the book. Guess I just buried that small defeat in the metaphorical box where I keep the things that I don't like about myself and try to ignore. But today I remembered that moment. I guess you can never escape yourself. But I think that, realizing this now, if I had the chance, I give it another shot. Then again, I think I'm already doing it. It's not climbing a mountain just to see how it looks from the top, but it's facing my dream and taking all the possible risks to get it. Maybe I'm not that same scared person anymore. Maybe today I would actually go all the way and have my breath-taking moment at the top of the world.
See, that's what so exciting and beautiful about being alive. You can always try again. You can always screw up and have another go. Because you're never the person that you were, if you're wise. If you can see it, if you can capitalize all your defeats and accept every failure as a Master, there's always another chance. Sometimes you just need the right inspiration. Maybe that's why books are so freaking awesome.
002: Lo que sé sobre el Miedo
“Es fácil, cuando uno es joven, el creer que todo lo que deseas no es menos de lo que merecés, asumir que si deseás algo con la suficiente fuerza, es tu derecho Divino el obtenerlo. Cuando decidí ir a Alaska ese Abril, como Chris McCandless, era sólo un joven que confundía pasión por introspección y actuaba de acuerdo a una lógica oscura y llena de agujeros. Creí que escalar el Dedo del Diablo arreglaría todo lo que estaba mal en mi vida. Al final, por supuesto, no cambió prácticamente nada. Pero pude apreciar que las montañas son malos receptáculos de sueños. Y viví para contar mi historia."
-Jon Krakauer, "Hacia Rutas Salvajes"
Estoy leyendo el libro de Jon Krakauer, "Hacia Rutas Salvajes". Para los que nunca oyeron hablar de él, es la historia del conocido aventurero, tomador de riesgos y leyenda Chris McCandless. Su leyenda también inspiró una película dirigida por Sean Penn, y un menos conocido documental, pero el libro es distinto. De alguna manera, la narración llega más profundo. Te hace pensar. En la mitad del libro casi empaco unas pocas cosas y me voy para siempre a escapar de la civilizción y empezar una vida nueva de hacer dedo y tener aventuras en el camino.
Pero, sé que nunca podría hacer eso.
Por qué? Bueno, principalmente porque no tengo ninguna intención de ir al medio de la tundra de Alaska a congelarme el culo y matar animales con un rifle para poder alimentarme. Pero en realidad, no podría hacerlo porque sé que me da MIEDO.
Sí, lo sé, todos tenemos miedo. Pero me refiero a que las situaciones de estar solo al aire libre siempre me asustaron un poco. Me acuerdo de una vez, hace 2 veranos, que viajé un pueblito distante en el medio de las montañas del norte Argentino llamado Iruya. Mis amigos y yo estábamos caminando por un desfiladero hacia otro pueblito, una caminata de 3 horas que fue demasiado para mis pulmones de fumador, así que los dejé ir y decidí descansar mis pies en un arroyito y relajarla antes de volver al pueblo. Pero después me dieron ganas de moverme, y noté una pila de rocas empinada que serpenteaba hacia entrar por un pasillo angosto dentro de la pared de roca frente a mi. Lo siguiente que supe fue que estaba escalando a través de la pila de rocas y entrando al espacio entre la pared, subiendo por un túnel abierto y sintiéndo una exaltación, algo adentro mío diciéndome que siga subiendo más y más alto, sólo para ver si podía alcanzar la cima.
A mitad de camino, me dí vuelta para ver la vista y casi caigo, porque no había notado lo alto que estaba. Me las arreglé para sentarme en el borde de una piedra redonda y miré a mi alrededor. No sé qué tan alto estaba, pero sé que estuve al menos 20 minutos trepando así que se sentía como mil metros. Miré de vuelta a la cima, abajo de nuevo, y pasé otros 20 minutos más preocupándome por cómo me las iba a arreglar para bajar de ahí. No había recepción de celular, no había nadie, estaba solo. No quería nada más que estar de nuevo en el suelo llano y seguro, pero también quería con todo mi ser llegar a la cima. Y después, la seguridad y la quietud del camino hacia abajo fueron más poderosas que la incertidumbre y el misterio del camino hacia arriba.
Así que no lo hice. Me asusté.
Después de unos suspiros y algo de mareo, empecé la aterradora bajada, saltando a veces desde rocas de 2 metros de alto. Durante todo el camino hacia abajo empecé a sentirme más y más calmo, más seguro, menos ansioso. Pero no se sentía bien. Seguía mirando hacia atrás, ahogándome en arrepentimiento, tratando de combatirlo con razones inventadas de que había sido una idea estúpida igualmente. Pero aún así, pensaba: Por qué no lo hice? Qué estaba esperándome en la cima de la montaña? Qué sensaciones pudieron haber nacido de probarme a mí mismo que PODÍA? Creo que nunca lo sabré. Y eso apesta un poco.
Llevado a un mayor esquema, creo que es algo que mucha gente experimenta a menudo. Puede no ser una escalada empinada llena de piedras que caen, pero cuántas veces en la vida empezamos a trepar la montaña y nos asustamos a mitad de camino? Y qué tan a menudo lo encontramos demasiado difícil, y nos convencemos de que no lo deseamos realmente? Pero en el fondo lo sabemos. Siempre lo sabemos.
Claramente, no estoy comparando esa simple experiencia con lo que hizo Chris McCandless, pero me doy cuenta que nunca había vuelto a pensar en ese día hasta empezar a leer el libro. Creo que había enterrado esa derrota en la cajita metafórica done guardo las cosas que no me gustan de mí mismo y que trato de ignorar. Pero hoy lo recordé. Supongo que no se puede escapar de uno mismo. Pero creo que, dándome cuenta de esto, si tuviera otra oportunidad, lo volvería a intentar. Aunque ahora que lo pienso, tal vez ya lo estoy haciendo. No es trepar una montaña a ver cómo es la vista desde la cima, pero es enfrentar mi sueño y tomar todos los riesgos posibles para alcanzarlo. Tal vez no soy esa misma persona asustada. Tal vez hoy realmente seguiría hasta el final y tendría mi momento sin aliento en la cima del mundo.
Ven, eso es lo emocionante y hermoso de estar vivo. Siempre se puede volver a intentar. Siempre podés arruinarlo todo y tener otra oportunidad. Porque nunca sos la persona que eras, si sos sabio. Si podés verlo, si podés capitalizar todas tus derrotas y aceptar todos los fracasos como Maestros, siempre hay otra oportunidad. A veces sólo necesitas la inspiración correcta. Tal vez es por eso que los libros son tan jodidamente geniales.
“Es fácil, cuando uno es joven, el creer que todo lo que deseas no es menos de lo que merecés, asumir que si deseás algo con la suficiente fuerza, es tu derecho Divino el obtenerlo. Cuando decidí ir a Alaska ese Abril, como Chris McCandless, era sólo un joven que confundía pasión por introspección y actuaba de acuerdo a una lógica oscura y llena de agujeros. Creí que escalar el Dedo del Diablo arreglaría todo lo que estaba mal en mi vida. Al final, por supuesto, no cambió prácticamente nada. Pero pude apreciar que las montañas son malos receptáculos de sueños. Y viví para contar mi historia."
-Jon Krakauer, "Hacia Rutas Salvajes"
Estoy leyendo el libro de Jon Krakauer, "Hacia Rutas Salvajes". Para los que nunca oyeron hablar de él, es la historia del conocido aventurero, tomador de riesgos y leyenda Chris McCandless. Su leyenda también inspiró una película dirigida por Sean Penn, y un menos conocido documental, pero el libro es distinto. De alguna manera, la narración llega más profundo. Te hace pensar. En la mitad del libro casi empaco unas pocas cosas y me voy para siempre a escapar de la civilizción y empezar una vida nueva de hacer dedo y tener aventuras en el camino.
Pero, sé que nunca podría hacer eso.
Por qué? Bueno, principalmente porque no tengo ninguna intención de ir al medio de la tundra de Alaska a congelarme el culo y matar animales con un rifle para poder alimentarme. Pero en realidad, no podría hacerlo porque sé que me da MIEDO.
Sí, lo sé, todos tenemos miedo. Pero me refiero a que las situaciones de estar solo al aire libre siempre me asustaron un poco. Me acuerdo de una vez, hace 2 veranos, que viajé un pueblito distante en el medio de las montañas del norte Argentino llamado Iruya. Mis amigos y yo estábamos caminando por un desfiladero hacia otro pueblito, una caminata de 3 horas que fue demasiado para mis pulmones de fumador, así que los dejé ir y decidí descansar mis pies en un arroyito y relajarla antes de volver al pueblo. Pero después me dieron ganas de moverme, y noté una pila de rocas empinada que serpenteaba hacia entrar por un pasillo angosto dentro de la pared de roca frente a mi. Lo siguiente que supe fue que estaba escalando a través de la pila de rocas y entrando al espacio entre la pared, subiendo por un túnel abierto y sintiéndo una exaltación, algo adentro mío diciéndome que siga subiendo más y más alto, sólo para ver si podía alcanzar la cima.
A mitad de camino, me dí vuelta para ver la vista y casi caigo, porque no había notado lo alto que estaba. Me las arreglé para sentarme en el borde de una piedra redonda y miré a mi alrededor. No sé qué tan alto estaba, pero sé que estuve al menos 20 minutos trepando así que se sentía como mil metros. Miré de vuelta a la cima, abajo de nuevo, y pasé otros 20 minutos más preocupándome por cómo me las iba a arreglar para bajar de ahí. No había recepción de celular, no había nadie, estaba solo. No quería nada más que estar de nuevo en el suelo llano y seguro, pero también quería con todo mi ser llegar a la cima. Y después, la seguridad y la quietud del camino hacia abajo fueron más poderosas que la incertidumbre y el misterio del camino hacia arriba.
Así que no lo hice. Me asusté.
Después de unos suspiros y algo de mareo, empecé la aterradora bajada, saltando a veces desde rocas de 2 metros de alto. Durante todo el camino hacia abajo empecé a sentirme más y más calmo, más seguro, menos ansioso. Pero no se sentía bien. Seguía mirando hacia atrás, ahogándome en arrepentimiento, tratando de combatirlo con razones inventadas de que había sido una idea estúpida igualmente. Pero aún así, pensaba: Por qué no lo hice? Qué estaba esperándome en la cima de la montaña? Qué sensaciones pudieron haber nacido de probarme a mí mismo que PODÍA? Creo que nunca lo sabré. Y eso apesta un poco.
Llevado a un mayor esquema, creo que es algo que mucha gente experimenta a menudo. Puede no ser una escalada empinada llena de piedras que caen, pero cuántas veces en la vida empezamos a trepar la montaña y nos asustamos a mitad de camino? Y qué tan a menudo lo encontramos demasiado difícil, y nos convencemos de que no lo deseamos realmente? Pero en el fondo lo sabemos. Siempre lo sabemos.
Claramente, no estoy comparando esa simple experiencia con lo que hizo Chris McCandless, pero me doy cuenta que nunca había vuelto a pensar en ese día hasta empezar a leer el libro. Creo que había enterrado esa derrota en la cajita metafórica done guardo las cosas que no me gustan de mí mismo y que trato de ignorar. Pero hoy lo recordé. Supongo que no se puede escapar de uno mismo. Pero creo que, dándome cuenta de esto, si tuviera otra oportunidad, lo volvería a intentar. Aunque ahora que lo pienso, tal vez ya lo estoy haciendo. No es trepar una montaña a ver cómo es la vista desde la cima, pero es enfrentar mi sueño y tomar todos los riesgos posibles para alcanzarlo. Tal vez no soy esa misma persona asustada. Tal vez hoy realmente seguiría hasta el final y tendría mi momento sin aliento en la cima del mundo.
Ven, eso es lo emocionante y hermoso de estar vivo. Siempre se puede volver a intentar. Siempre podés arruinarlo todo y tener otra oportunidad. Porque nunca sos la persona que eras, si sos sabio. Si podés verlo, si podés capitalizar todas tus derrotas y aceptar todos los fracasos como Maestros, siempre hay otra oportunidad. A veces sólo necesitas la inspiración correcta. Tal vez es por eso que los libros son tan jodidamente geniales.
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